Hay días en los que no escribes porque no tienes tiempo. O eso te dices. Pero la verdad es que estás esperando a que llegue “la idea buena”. Esa que no necesita reescrituras, ni dudas, ni tachones. Esa que se escribe sola, como si el teclado supiera lo que quieres decir antes que tú.
Spoiler: no existe.
El síndrome del guion perfecto es esa trampa mental que nos hace creer que no estamos listos para empezar. Que necesitamos más documentación, más inspiración, más café. Que el personaje aún no está claro, que el conflicto no es lo bastante potente, que el final no sorprende.
Y mientras tanto, el guion sigue sin existir.
Escribir es enfrentarse al caos. A la inseguridad. A la posibilidad de que lo que pongas en la página no funcione. Pero también es la única forma de descubrir lo que sí funciona. Porque el guion perfecto no se piensa: se escribe, se rompe, se reescribe… y a veces, se abandona.
Así que si estás esperando a que llegue “la buena”, te aviso: ya llegó. Es la que tienes ahora. Empieza con ella.